Al defensor del pueblo (o a quien corresponda):
El que suscribe, Angel Cappa, nacido en el barrio de Villa Mitre, Bahía Blanca, Argentina, con residencia en Madrid desde hace 21 años, y con la autoridad máxima que le confiere ser uno de tantos, de pertenecer al pueblo liso y llano (que es donde debería estar el poder en el mundo, como usted sabe, y no en manos de quienes está, como también usted sabe), se dirige a usted con el fin de rogar su inmediata intervención para la preservación del fútbol, juego que últimamente está seriamente amenazado; y para lo cual habría que tomar las siguientes medidas urgentes:
-Levantar la pena de muerte que le ha sido impuesta al fútbol, con el decreto conocido como «simplicidad y cojones».
-Convencer a los demás de que no es obligatorio, ni siquiera aconsejable, seguir estúpidamente al que gana, creyendo que sólo por eso, tiene razón.
-Permitir a quien quiera y considere oportuno, decir que prefiere un fútbol más atractivo, emocionante, divertido y mejor, e intentarlo, sin que por tal motivo sea acusado de poeta, filósofo, romántico o gilipollas.
-Recordar que ser poeta, filósofo o romántico, no está al alcance de cualquiera y es una suerte que alguien lo sea. Y que no es tan fácil, hoy en día, saber exactamente qué es ser gilipollas.
-Autorizar a los jugadores a pasarse la pelota unos a otros, inclusive hacia atrás si no pueden hacia adelante, a tirar caños, a regatear y a sonreír, sin miedo a la censura del entorno o de los mano dura.
-Advertir de que tener mano dura para entrenar -y para lo que sea- no es una virtud o un mérito, sino una incapacidad que se cura con un tratamiento adecuado.
-Indicar que el resultado no da ni quita razones a nadie, para que nunca más perder sea pecado mortal y ganar, lo único válido.
-Declarar imprescindible y de interés público la alegría, y así no nos será necesario, a los entrenadores, poner cara de enfado todo el día para que los demás crean que tenemos autoridad.
-Suprimir el sufrimiento como inevitable para jugar al fútbol y para ver fútbol.
-Aprobar la diversión como una posibilidad deseable y el intento de jugar bien como el respeto que merece el público que acude a los estadios.
-Aprovechar los 20 años de democracia para promocionar un fútbol sin ira lleno de libertad y de imaginación, sin apremios y sin miedos.
-Por último, tratar de convencer a los que mandan -hombres de negocios- de que si matamos al buen fútbol, haremos -además- un mal negocio.
Sin otro particular, lo saluda atentamente.
Extraído del diario El Mundo (España) - 26 de junio de 1997
El que suscribe, Angel Cappa, nacido en el barrio de Villa Mitre, Bahía Blanca, Argentina, con residencia en Madrid desde hace 21 años, y con la autoridad máxima que le confiere ser uno de tantos, de pertenecer al pueblo liso y llano (que es donde debería estar el poder en el mundo, como usted sabe, y no en manos de quienes está, como también usted sabe), se dirige a usted con el fin de rogar su inmediata intervención para la preservación del fútbol, juego que últimamente está seriamente amenazado; y para lo cual habría que tomar las siguientes medidas urgentes:
-Levantar la pena de muerte que le ha sido impuesta al fútbol, con el decreto conocido como «simplicidad y cojones».
-Convencer a los demás de que no es obligatorio, ni siquiera aconsejable, seguir estúpidamente al que gana, creyendo que sólo por eso, tiene razón.
-Permitir a quien quiera y considere oportuno, decir que prefiere un fútbol más atractivo, emocionante, divertido y mejor, e intentarlo, sin que por tal motivo sea acusado de poeta, filósofo, romántico o gilipollas.
-Recordar que ser poeta, filósofo o romántico, no está al alcance de cualquiera y es una suerte que alguien lo sea. Y que no es tan fácil, hoy en día, saber exactamente qué es ser gilipollas.
-Autorizar a los jugadores a pasarse la pelota unos a otros, inclusive hacia atrás si no pueden hacia adelante, a tirar caños, a regatear y a sonreír, sin miedo a la censura del entorno o de los mano dura.
-Advertir de que tener mano dura para entrenar -y para lo que sea- no es una virtud o un mérito, sino una incapacidad que se cura con un tratamiento adecuado.
-Indicar que el resultado no da ni quita razones a nadie, para que nunca más perder sea pecado mortal y ganar, lo único válido.
-Declarar imprescindible y de interés público la alegría, y así no nos será necesario, a los entrenadores, poner cara de enfado todo el día para que los demás crean que tenemos autoridad.
-Suprimir el sufrimiento como inevitable para jugar al fútbol y para ver fútbol.
-Aprobar la diversión como una posibilidad deseable y el intento de jugar bien como el respeto que merece el público que acude a los estadios.
-Aprovechar los 20 años de democracia para promocionar un fútbol sin ira lleno de libertad y de imaginación, sin apremios y sin miedos.
-Por último, tratar de convencer a los que mandan -hombres de negocios- de que si matamos al buen fútbol, haremos -además- un mal negocio.
Sin otro particular, lo saluda atentamente.
Extraído del diario El Mundo (España) - 26 de junio de 1997
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