Sunday, February 18, 2007

El fútbol que viene

Un niño de unos 12 años, aspirante a futbolista, sale de su casa para una prueba que hará en un club importante. Es delgadito, menudo, y se le ve radiante, entusiasmado. Viste calzón de un equipo y camiseta de otro, descoloridos, muy usados y zapatillas gastadas.

Al llegar, un señor algo mayor, que es entrenador, con un silbato colgando del cuello y una carpeta en la mano, apunta su nombre. «Yo soy delantero», dice el niño.

Hay muchos chavales y se organizan partidillos breves. El entrenador, de chándal impecable y presencia intimidatoria, toma notas.

Cuando le toca jugar, nuestro niño pide todos los balones, se empacha regateando, hace un gol muy bonito y falla otros relativamente fáciles. Cuando pierde la pelota, pone los brazos en jarra y toma aire, para recuperarse. Demuestra una técnica superior al resto de los niños y disfruta jugando.

Terminan las pruebas y el entrenador llama a algunos de los niños y los cita para fechas próximas. Nuestro niño espera. Al cabo de un tiempo, y como nadie le dice nada, se acerca al entrenador y le pregunta: «¿Y yo qué hago?». «Tú.. ah... sí... ya te llamaremos». El niño parece darse cuenta porque vuelve a preguntar: «¿No le gusta cómo juego?». «Pues mira, a decir verdad eres un chupón», dice el entrenador. «Es que me gusta mucho el balón, ¿sabe?». «Sí, pero esto es fútbol», le dice muy serio el entrenador.

«Por eso», contesta el niño, abriendo los ojos muy grandes, como si hubiera encontrado un buen argumento. «No luchas, no marcas», agrega el entrenador. «Es que soy delantero», se justifica el niño, tímidamente.

«Para ser jugador de fútbol hay que ser serio», dice el entrenador. «A mí me gusta hacer goles, no marcar», dice el niño. «Pero fallaste algunos por no tirar a romper», dice el entrenador. «A mí me gustan más así», dice el niño. «Tú no comprendes», dice el entrenador con gesto sabio, «esto es fútbol, hay que ganar y hay que tirar a romper». «Sí, pero yo veo que, a veces, Raúl y De la Peña le hacen sombreros a los porteros», dice el niño. «¿Y qué?», dice el entrenador impacientándose... «además, ¿cuánto pesas tú? ¿y cuánto mides?». «No sé», dice el niño.

«Te lo digo yo», dice el entrenador, «muy poco, y para el fútbol hacen falta tíos fuertes, esto no es broma». «Yo soy fuerte», dice el niño afectado, «no me canso nunca». «Y además no sufres», dice el entrenador, que ya no escucha al niño, «y en el campo hay que sufrir». El niño no dice nada. «¿Es qué no me entiendes?», dice el entrenador. «No», dice el niño. «Tú no llegarás a nada», dice el entrenador y sigue con lo suyo.

Nuestro niño protagonista vuelve a su barrio, andando muy despacio, con la cabeza gacha, pateando piedritas, triste, pensando que tal vez no sirva para ser jugador de fútbol.

Algunas cosas son tan ciertas, que parecen mentira.

Extraído del diario El Mundo (España) - 2 de septiembre de 1996

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