Tuesday, July 7, 2009

Perdió el equipo del pueblo y ganó la ética de oficina

Qué pena que perdió Huracán. No alcanza con la prosa que dignifica, con el reconocimiento retrospectivo, el panegírico ocasional que tiene menos de lisonja que de consuelo.

Lo hecho ha sido más que suficiente, incluso memorable, eso no está en discusión, pero quienes cerramos filas con el llamado "equipo del pueblo" esperábamos un desenlace acorde con el destino feliz de un pueblo protagónico. Por eso fuimos hinchas de Huracán, por eso lo queríamos campeón.

Dirán que exagero y es probable. Dirán que reclamar el primer puesto como camino excluyente es de un triunfalismo quisquilloso y cruel. Pero no. Se trata en este caso -no soy hincha de Huracán, tengo simpatía por Vélez y, además, no lo olvido, debo preservar la distancia de un cronista sin tinturas- del significado que tenía este título.

Huracán ejecutó la ilusión que, a modo de mera proclama o de nostalgia incierta (la variante rancia), ronda desde siempre el escenario utópico de los hinchas.

Ese fútbol que se debe jugar (y acaso se jugó algún día, en un tiempo mítico), pero no se puede. Por imperio de la realidad, de las exigencias del medio, no se puede.

Pues se pudo, violando saludablemente la resignación romántica (buena excusa del medio pelo), aplicando el ideario elemental de reunir talentos (sin cartel, no había otra cosa) al servicio de un objetivo temático, fundacional, de jugar a lo grande. De imprimir una huella.

Pero no como ofrenda testimonial, sino como argumento verosímil para ganarles a todos por explotación de capacidad creativa antes que por sujeción a las generales de la ley (regularidad, equilibrio, tres puntos acá, uno allá; lo usual).

Huracán representa la voluntad transformadora expresada en un proyecto de juego que, entre otras conquistas contables, se permitió la máxima cosecha de goles. Vale decir: no hubo propaganda ni fraseología de café en este equipo, sino episodios concretos y dignos de aplauso que superaron largamente la dieta media de nuestro fútbol.

Hubo una rebelión exitosa, sin que mediara chequera ni aparato, de la mano de la nobleza y claridad de Ángel Cappa, a quien, claro, pocos pueden ver en composición armónica con la imagen de los ganadores. Con la liviandad todopoderosa de, por ejemplo, un empresario que heredó una organización autocrática dedicada a su propia propulsión. Hasta en eso Huracán era una invitación a la esperanza.

Vélez, como se dice, es un campeón cabal (¿cuál no lo es?). Sumó más puntos y con eso basta. Por lo demás, acumuló méritos que uno encuentra más apropiados para una compañía de seguros que para los animadores de un espectáculo: solvencia, solidez, ese tipo de palabras mustias.

Su consagración es un despropósito lógico: la exaltación de la normalidad. Un equipo dispuesto a conservar los valores dominantes, a hacer los deberes, que vence a la rebelión mejor organizada en muchísimos años. Me pregunto si a las tropas de Cappa acaso no les pesó en exceso el asalto al poder.

La decepción de este domingo es un eco desafinado del domingo 28 de junio, el de las elecciones de legisladores en la Argentina. También entonces una propuesta transformadora, la ilusión de que es posible barajar y dar de nuevo con cartas más parejas para todos, terminó en la papelera de reciclaje.

El voto ganador dijo que mejor recuperemos la potestad corporativa, les devolvamos a sus dueños las llaves de la casa y nos dejemos de joder.

Ahora que lo pienso, me duele más lo de Huracán.

Por Alejandro Caravario, para ESPN Deportes

3 comments:

Gabriel Apreda said...

A los luchadores sin recompensa,
que son un ejemplo de dignidad.

A quienes levantan la utopía como forma de vida
y se resisten a aceptar el fin de la historia
que quieren decretar los que mandan.

A los desobedientes
que siempre tienen un "orden que desordenar"
como sugiere un poema de Benedetti.

A los que son acusados de románticos y soñadores
y señalados como perdedores,
que aún así prefieren la poesía.

A los que intentan cambiar la realidad,
para hacerla más justa, más humana, más hermosa.

A los que sufren la injusticia de un
orden establecido para unos pocos y se rebelan.

A los que viven el fútbol desde la ilusión
y sólo piensan en el resultado cuando termina el partido.

A mis amigos.

Ángel Cappa. Prólogo de "La intimidad del fútbol"


GRACIAS POR TODO ANGEL!!!
ESTE EQUIPO QUEDARA EN MI MEMORIA POR SIEMPRE!!
22 AÑOS ESPERANDO TU REGRESO A CASA VALIERON LA PENA!!
GABRIEL ANTONIO APREDA

Anonymous said...
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Juan Manuel said...

Matias, querìa consultarte si tenes el libro de Angel o si sabes donde se puede conseguir.
Un abrazo, y seguí con este grandísimo blog!