Sunday, July 12, 2009

Malos tiempos para la lírica

Ángel Cappa, auténtico caballero andante, embajador de las mejores cualidades del argentino de ley, volvió (siempre está volviendo, como Pichuco) para dirigir el Globo; un Huracán que hace más de treinta años no conocía la gloria, pero sí los pasillos del sufrimiento; después de no demasiados domingos el rumor se extendió por las veredas, los cafetines y los taxis: Huracán estaba jugando muy bien, volvía el fútbol lindo y estaba ganando partidos.

Huracán se convirtió en una verdadera ilusión, más allá del ámbito balompédico, frente a los contratos millonarios del fútbol europeo, frente a la gripe pandémica, frente a las elecciones diestras, frente a los molinos de viento, este pequeño gran equipo quería revivir sus años gloriosos, aquellos primeros setenta con Menotti y su ballet; para los que lo queremos, era la reválida de la filosofía de Ángel Cappa, hombre de fútbol y de militancia, de tertulia polenta, de bigote finito; la percha y las convicciones de Ángel.

Ésta no sería Argentina con finales felices, es el mundo del revés y lo cantaba clarito María Elena; la historia también tiene lugar para los quijotes, para las penas mexicanas ahogadas en tequila, para los que nadaron el mar y se ahogaron a dos metros de la orilla, para las finales perdidas injustamente, para los tangos tristes. El fútbol no sería lo que es sin su componente lírico y humano, sin aquellos que van a mojarse en invierno; la música no sería lo que es sin su componente lírico, sin aquellos que van a mojarse en invierno; la música es de aquellos que la quieren escuchar y de nadie más, y supongo que el fútbol también.

No recuerdo una tertulia sin Cappa, Angelito le ponía letra y música a la charla, yo nunca le devolví una pelota buena en el truco; una vez se separaron los caminos, pero “no hay olvido cuando existen la amistad y el respeto”; Ángel fue a dirigir, yo me fui de viaje submarino, y después de veinte mil leguas nos estamos escribiendo para prometernos chamuyo del bueno y ningún partido de truco.

Por Ándres Calamaro

Fuente: Diario Crítica

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