Saturday, July 11, 2009

El tango del Huracán de Cappa no callará jamás

Cuando Huracán fue campeón por primera y única vez en el profesionalismo, ninguno de sus ilustres protagonistas fue a parar a la tapa de El Gráfico, que en cambio eligió -en su edición del 18 de septiembre de 1973- destacar el "valioso" empate que la selección argentina había conseguido en Paraguay, en un partido correspondiente a la tercera fecha de las eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo que se disputaría el año siguiente en Alemania Occidental.

El tiempo se encargó por sí solo de reparar aquella injusticia: "El Globo", que se consagró con dos fechas de anticipación en ese Metropolitano, pasó a ser uno de los equipos más respetados de la historia del fútbol argentino, mientras que el representativo nacional finalmente logró clasificarse al Mundial, donde no obstante desempeñó un papel que muy pocos se animarían a sacar del cajón.


Hoy la foto de Huracán tampoco amaneció en las portadas de los principales matutinos. Lógica pura, rezarán los manuales de periodismo, cuya presa a exhibir siempre es aquella que se atrapó en última instancia y la que más potenciales clientes reunirá frente al mostrador. No es un desmerecimiento a Vélez, campeón al fin, sino un ambicioso intento por construir un escenario a 30 años en el que memoriosos y futboleros pondrán a este Huracán en el lugar que se merece.

Evocar aquel glorioso equipo dirigido por César Luis Menotti significa meterse en un problema tanto a la hora de establecer diferencias como de encontrar similitudes con el de esta versión de Ángel Cappa. Y si se hace, aun sin entrar en las comparaciones más sensibles, las de línea por línea, es porque ambos lograron rescatar la identidad del fútbol argentino en (sendos) tiempos de crisis.


Basta recordar la época post "desastre de Suecia", cuando se atacó con bravura el paradigma de "la nuestra", y trasladarlo al presente, donde lo más fácil es ganarse un lugar entre los 19 imbéciles que pierden. Así, discusiones sin sentido –el siempre tramposo dilema "ganar o jugar bien"- llevaron a resignar la costumbre por el toque y la gambeta, testimonios tan dispares entre sí pero tan esenciales a la hora de embellecer el juego.


Cappa alcanzó su cometido en muy poco tiempo, casi con la misma base de jugadores que había terminado 2008 en el puesto 17 y con un ojo puesto en la tabla de los promedios del descenso. Antes debió sobrevivir a la recta final del Apertura, tras la cual revolucionó la pretemporada con un rápido adiós a las pesas y, ahí sí, pelota al piso comenzó a modelar un equipo a su medida.


Es cierto: "cayó del cielo" Mario Bolatti, quien terminó siendo el eje del mediocampo, pero les hizo más que un simple lugar a Javier Pastore y Matías Defederico (hoy figuras, antes suplentes), afianzó a Patricio Toranzo, César González y los laterales Carlos Arano y Carlos Araujo, además de respaldar al capitán Paolo Goltz, quien formó una sólida zaga central con Eduardo Domínguez.


Podría suponerse que el mayor déficit lo tuvo en ataque, donde la referencia fue Federico Nieto, a quien le costó marchar al ritmo de sus compañeros. Vaya coincidencia: 36 años atrás, Menotti convenció a Roque Avallay de que podía explotar algo más de su robusto físico. Hoy, su fiel discípulo "bancó" al tosco delantero centro, que aportó cinco tantos en el torneo. Y esa supuesta deuda en la ofensiva, en definitiva, estuvo más que saldada: Huracán fue el equipo más goleador, con 35.


Si la victoria por 3 a 0 ante Lanús fue la piedra fundacional del idilio entre el equipo y el público futbolero (ya había aplastado a Racing en Avellaneda, pero todavía era demasiado temprano para ilusionarse), los triunfos ante Argentinos (4-1), Godoy Cruz (3-2), River (4-0) y Rosario Central (2-1) resultaron buenos argumentos para sostener dicha complicidad. El toque -o el renombrado "tiki tiki", antes despectivo- brillaron durante esas memorables jornadas.


Nótese que se habla de "público futbolero" en clave genérica. Y es que este Huracán fue de todos, sin distinción de camisetas, desde el momento en que se animó a jugar y a sentir el fútbol de otra manera; pasando por sus visitas a la ex ESMA, al Hospital de Niños o a la villa Zavaleta; hasta llegar a esa imagen de sus 18 jugadores, y no solamente el equipo titular, plantados frente a los reporteros para tomarse la fotografía en la previa de la gran final.


Tanto traspasó Huracán las fronteras de Parque Patricios que llegó a sufrir –y cómo- a algunos de los que nacieron en su propia cuna, caso Antonio Mohamed (0-1 con Colón), Daniel Montenegro (autor del definitivo 2-1 para Independiente), Christian Cellay (anotó un tanto en el empate a uno contra Estudiantes) y Joaquín Larrivey (rol protagónico en el tanto ilícito de Vélez).


Ha sido muy digno el camino y ningún final podía empañarlo. Y eso, por más que en Liniers quedara la sensación de que Vélez ganó por atropello, en el sentido más literal del término. De cualquier modo, analizar los últimos 90 minutos sería dar un golpe bajo a todo lo que significó, y a todo lo que realizó, este joven y humilde grupo.


Un detalle para el final: aquel Mundial de 1974 que muy de refilón se mencionó, en el cual Argentina resultó eliminada en segunda ronda, fue ganado por Alemania. Levante la mano quien se anime a ubicar al campeón por encima de la fantástica Holanda de Rinus Michels, y entonces los amantes del buen fútbol podrán sentirse en paz consigo mismos.


Fuente: Infobae

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