Hoy cuesta encontrar un equipo en el que dar tres pases seguidos sea una norma.
En una de las habituales discusiones sobre el fútbol moderno y el antiguo, le preguntaron a Ángel Tulio Zoff, veterano entrenador argentino, qué opinaba. "Lo más antiguo que conozco en el fútbol es la pelota y sigue siendo lo más importante". Era, diría yo, después de ver el nivel actual del fútbol español, para no hablar del italiano, donde hace muchos años que este juego dejó de interesar.
Si exceptuamos al Barcelona, que aunque haya perdido algo del esplendor de años anteriores todavía intenta mantener el estilo, cuesta encontrar otro equipo en el que dar tres pases seguidos sea una norma, o al menos una buena costumbre. Tendríamos que irnos a Inglaterra para disfrutar con el Manchester United y especialmente con el Arsenal, equipos que hacen del toque un hábito indispensable.
En el fútbol español los equipos se preparan para luchar. Jugar es una palabra que sugiere frivolidad y ya sabemos que el negocio no admite aventuras. Pero resulta que el fútbol "es orden para la aventura", como alguna vez lo definió el 'Flaco' Menotti.
Sin embargo la palabra que sí admite el negocio es una que hasta hace muy poco tiempo no pertenecía al repertorio de este grandioso entretenimiento: sufrir. "Si sufrimos podemos ganar", "tenemos que aprender a sufrir", etc. Son las frases más usadas por jugadores y entrenadores que han olvidado por completo el amor incondicional que en otros tiempos le profesaban a la pelota. Como no se juega, se lucha, la pelota ha dejado de tener la importancia de la que hablaba Zoff para convertirse en un incordio, en un elemento perturbador. Les incomoda ese objeto redondo y saltarín al que habría que tratar con cariño como nos aconsejaban de pibes, y que ahora cuanto más lejos lo mandemos mejor para el orden táctico que es lo único que les preocupa. Por eso juegan mal. No solamente por eso, pero particularmente por eso. El buen juego no es una frivolidad o una concesión a la galería. Es simplemente el camino más corto y más bonito para lograr el objetivo que todos perseguimos: ganar. Pero claro, ¿cómo hacemos para jugar si no queremos la pelota?
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 5 de febrero de 2007
En una de las habituales discusiones sobre el fútbol moderno y el antiguo, le preguntaron a Ángel Tulio Zoff, veterano entrenador argentino, qué opinaba. "Lo más antiguo que conozco en el fútbol es la pelota y sigue siendo lo más importante". Era, diría yo, después de ver el nivel actual del fútbol español, para no hablar del italiano, donde hace muchos años que este juego dejó de interesar.
Si exceptuamos al Barcelona, que aunque haya perdido algo del esplendor de años anteriores todavía intenta mantener el estilo, cuesta encontrar otro equipo en el que dar tres pases seguidos sea una norma, o al menos una buena costumbre. Tendríamos que irnos a Inglaterra para disfrutar con el Manchester United y especialmente con el Arsenal, equipos que hacen del toque un hábito indispensable.
En el fútbol español los equipos se preparan para luchar. Jugar es una palabra que sugiere frivolidad y ya sabemos que el negocio no admite aventuras. Pero resulta que el fútbol "es orden para la aventura", como alguna vez lo definió el 'Flaco' Menotti.
Sin embargo la palabra que sí admite el negocio es una que hasta hace muy poco tiempo no pertenecía al repertorio de este grandioso entretenimiento: sufrir. "Si sufrimos podemos ganar", "tenemos que aprender a sufrir", etc. Son las frases más usadas por jugadores y entrenadores que han olvidado por completo el amor incondicional que en otros tiempos le profesaban a la pelota. Como no se juega, se lucha, la pelota ha dejado de tener la importancia de la que hablaba Zoff para convertirse en un incordio, en un elemento perturbador. Les incomoda ese objeto redondo y saltarín al que habría que tratar con cariño como nos aconsejaban de pibes, y que ahora cuanto más lejos lo mandemos mejor para el orden táctico que es lo único que les preocupa. Por eso juegan mal. No solamente por eso, pero particularmente por eso. El buen juego no es una frivolidad o una concesión a la galería. Es simplemente el camino más corto y más bonito para lograr el objetivo que todos perseguimos: ganar. Pero claro, ¿cómo hacemos para jugar si no queremos la pelota?
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 5 de febrero de 2007
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