El fútbol es inspiración y conocimiento. Para jugar como profesional -salvo que uno sea Maradona- sólo con lo primero no alcanza. Hay que conocer el juego para rendir al máximo.
Ronaldinho, por ejemplo, es mucho más inspiración que conocimiento y por eso, cuando las luces no le brillan como de costumbre, le cuesta tener actuaciones aceptables. Este tipo de jugadores o deslumbran en sus tardes gloriosas llenándonos de asombro o, en rachas desafortunadas, desaparecen del escenario dejándonos perplejos.
Decía el gran basquetbolista Michael Jordan que muy difícilmente un habilidoso sin los conceptos básicos del juego puede lograr toda la importancia que se le reclama. Estos jugadores tendrían que admitir que a la inspiración no se la puede esperar como un hecho mágico. A la inspiración hay que merecerla. ¿Y cómo se la merece? Interviniendo en el juego colectivo. Tomando parte desde lo simple. Tocar y mostrarse. Cosa que no suele hacer Ronaldinho cuando se le fugan las musas. Al contrario. Se empeña en hacer una jugada más complicada que otra y termina chocando sin poder gambetear ni al más torpe de los marcadores. Se convierte en un generador de contragolpes para el rival, porque vive esperando el momento genial. Se olvida del equipo. Justamente él, que tantas veces lo salva en partidos imposibles con goles memorables o jugadas irrepetibles.
Pero no se puede depender siempre de la inspiración. Ya lo enseñó Pelé -entre otros grandes- que en muchos partidos era tan simple que hacía dudar de su genialidad y, de pronto, en el momento preciso, frotaba la lámpara y aparecían los milagros.
Se nace con determinadas condiciones, es cierto, pero también al fútbol hay que aprenderlo a jugar. Inclusive genios como Ronaldinho.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 19 de febrero de 2007
Ronaldinho, por ejemplo, es mucho más inspiración que conocimiento y por eso, cuando las luces no le brillan como de costumbre, le cuesta tener actuaciones aceptables. Este tipo de jugadores o deslumbran en sus tardes gloriosas llenándonos de asombro o, en rachas desafortunadas, desaparecen del escenario dejándonos perplejos.
Decía el gran basquetbolista Michael Jordan que muy difícilmente un habilidoso sin los conceptos básicos del juego puede lograr toda la importancia que se le reclama. Estos jugadores tendrían que admitir que a la inspiración no se la puede esperar como un hecho mágico. A la inspiración hay que merecerla. ¿Y cómo se la merece? Interviniendo en el juego colectivo. Tomando parte desde lo simple. Tocar y mostrarse. Cosa que no suele hacer Ronaldinho cuando se le fugan las musas. Al contrario. Se empeña en hacer una jugada más complicada que otra y termina chocando sin poder gambetear ni al más torpe de los marcadores. Se convierte en un generador de contragolpes para el rival, porque vive esperando el momento genial. Se olvida del equipo. Justamente él, que tantas veces lo salva en partidos imposibles con goles memorables o jugadas irrepetibles.
Pero no se puede depender siempre de la inspiración. Ya lo enseñó Pelé -entre otros grandes- que en muchos partidos era tan simple que hacía dudar de su genialidad y, de pronto, en el momento preciso, frotaba la lámpara y aparecían los milagros.
Se nace con determinadas condiciones, es cierto, pero también al fútbol hay que aprenderlo a jugar. Inclusive genios como Ronaldinho.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 19 de febrero de 2007
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