Efectivamente, han pasado 13 años desde el día en que Raúl apareció en el fútbol grande para escribir una página de su historia y quedar para siempre en el corazón de todos.
Debutó en el Real Madrid, donde yo trabajaba por entonces, frente al Zaragoza en esa ciudad. Perdimos 3-2 y él falló dos goles después de gambetear al arquero. Tenía 17 años, era flaquito y ponía cara de malo, seguramente para ganarse el respeto de los defensores rivales, ya que su aspecto no lo ayudaba mucho en ese sentido. Sin embargo tenía, siendo tan joven, una marcada personalidad y una convicción absoluta sobre su futuro.
No había que analizarlo por partes porque se corría el peligro de no mirarlo bien. No era muy hábil, tampoco le pegaba bien a la pelota, ni era un cabeceador notable. Sin embargo, en la zona de definición aparecían todas sus excepcionales virtudes. Allí surgían sus gambetas inverosímiles, sus amagues recién inventados, sus chanfles de lujo y sus cabezazos tremendos. Es que, como todos los goleadores, cuando huele a gol sufre una metamorfosis a lo Kafka y se convierte en una mezcla de Kempes y Romario, para llegar a la red de mil formas diferentes.
Siempre hizo goles y los seguirá haciendo porque esa es una condición natural que nunca se pierde. Por alguna razón incomprensible, en los últimos tres años lo pusieron de volante y recibió críticas feroces e injustas. Es como si a un pez lo sacaran del agua y lo pusieran a cazar ratones, para después decir que no tiene nada de gato.
Aquel día del debut, al finalizar el partido y en el mismo vestuario, tuve la infeliz idea de ir a consolarlo. "No tenés por qué apenarte", le dije, "hiciste lo que debías. Mala suerte". Todavía estoy arrepentido porque Raúl me miró como diciendo: "¿De qué me está hablando este tipo?". Lo único que le disgustaba era que habíamos perdido. Por lo demás estaba tan seguro como siempre. Hace poco estuve con él, charlando de fútbol y lo vi con el mismo entusiasmo y la misma alegría por jugar de siempre. Me fui contento y me sentí afortunado por haber asistido al nacimiento de un jugador histórico. Y, aunque inmerecidamente, también orgulloso.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 5 de noviembre de 2007
Debutó en el Real Madrid, donde yo trabajaba por entonces, frente al Zaragoza en esa ciudad. Perdimos 3-2 y él falló dos goles después de gambetear al arquero. Tenía 17 años, era flaquito y ponía cara de malo, seguramente para ganarse el respeto de los defensores rivales, ya que su aspecto no lo ayudaba mucho en ese sentido. Sin embargo tenía, siendo tan joven, una marcada personalidad y una convicción absoluta sobre su futuro.
No había que analizarlo por partes porque se corría el peligro de no mirarlo bien. No era muy hábil, tampoco le pegaba bien a la pelota, ni era un cabeceador notable. Sin embargo, en la zona de definición aparecían todas sus excepcionales virtudes. Allí surgían sus gambetas inverosímiles, sus amagues recién inventados, sus chanfles de lujo y sus cabezazos tremendos. Es que, como todos los goleadores, cuando huele a gol sufre una metamorfosis a lo Kafka y se convierte en una mezcla de Kempes y Romario, para llegar a la red de mil formas diferentes.
Siempre hizo goles y los seguirá haciendo porque esa es una condición natural que nunca se pierde. Por alguna razón incomprensible, en los últimos tres años lo pusieron de volante y recibió críticas feroces e injustas. Es como si a un pez lo sacaran del agua y lo pusieran a cazar ratones, para después decir que no tiene nada de gato.
Aquel día del debut, al finalizar el partido y en el mismo vestuario, tuve la infeliz idea de ir a consolarlo. "No tenés por qué apenarte", le dije, "hiciste lo que debías. Mala suerte". Todavía estoy arrepentido porque Raúl me miró como diciendo: "¿De qué me está hablando este tipo?". Lo único que le disgustaba era que habíamos perdido. Por lo demás estaba tan seguro como siempre. Hace poco estuve con él, charlando de fútbol y lo vi con el mismo entusiasmo y la misma alegría por jugar de siempre. Me fui contento y me sentí afortunado por haber asistido al nacimiento de un jugador histórico. Y, aunque inmerecidamente, también orgulloso.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 5 de noviembre de 2007
2 comments:
Gracias angel por volcar tu vision en la red y por estar junto al globo. Agradecido
Cristian A. Bariazarra
kappa sos un viejo fracasado, tu cara lo dice todo jajajajajaja
como tu paso por racing..
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