Más allá de salir a la cancha a buscar triunfar, está el placer de jugar y hacerlo bien.
Edward G. Robinson en la película "El Rey del Juego" es el mejor jugador de póker de EE.UU. y en una partida, previa a un gran desafío por ese título honorífico, le gana a otro encumbrado pretendiente.
- Me ha ganado usted una gran suma de dinero, le dice el que acaba de perder.
- Para el verdadero jugador -responde Edward G. Robinson- el dinero no es el fin, es una herramienta.
A mí me parece -y lo he dicho muchas veces- que en fútbol ganar es una formidable excusa para jugar. En otras palabras, jugar tiene un valor distinto, pero tan valioso como el resultado.
Hace años tuve un jugador en Argentina que siempre me decía: "A mí, Ángel, sólo me vale ganar. Ganar es lo único que me importa". Hasta que un día le contesté: "Entonces, si viene ahora el presidente de la AFA y nos da la medalla de campeones y el dinero que nos corresponde, con la condición de que no participemos en el campeonato, ¿usted qué hace? ¿Se va a su casa tranquilo?". "No", me contestó, y se quedó mirándome. "Porque si es así, si no le importa jugar, usted se equivocó de oficio. A usted no le gusta el fútbol", añadí.
Y nunca más me volvió a decir aquello. El verdadero jugador, de póker, de fútbol, de básquetbol, de lo que fuere, juega porque le gusta, siente placer en hacer lo que hace. Y muchos jugarían gratis y hasta pagarían por hacerlo. Por supuesto que al jugador de póker no le gusta perder dinero, pero si se lo dan por no jugar, no lo recibirá, salvo que lo utilice para jugar en otro sitio.
Ahora bien, ¿cuántas veces escuchamos a periodistas, dirigentes, entrenadores y hasta a jugadores de fútbol decir que lo único que importa es ganar?
No discuto que ganar sea lo más importante, el objetivo que buscamos; pero no me negarán que jugar tiene también suma importancia. Su significado es mucho más profundo que el resultado, tiene que ver con nuestra identidad.
Lo cierto es que la sociedad de mercado en que vivimos convierte todo en mercancía y entiende los sentimientos como debilidades del romanticismo (por eso el escritor Mario Benedetti dijo que los sentimientos pasaron a la clandestinidad) y solo encuentra placer en el beneficio económico.
Confundimos ser con tener y terminamos sin saber qué pasa. Hay que ganar. Claro que hay que ganar, pero no permitamos que nos quiten por eso el placer de jugar.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 30 de julio de 2007
Edward G. Robinson en la película "El Rey del Juego" es el mejor jugador de póker de EE.UU. y en una partida, previa a un gran desafío por ese título honorífico, le gana a otro encumbrado pretendiente.
- Me ha ganado usted una gran suma de dinero, le dice el que acaba de perder.
- Para el verdadero jugador -responde Edward G. Robinson- el dinero no es el fin, es una herramienta.
A mí me parece -y lo he dicho muchas veces- que en fútbol ganar es una formidable excusa para jugar. En otras palabras, jugar tiene un valor distinto, pero tan valioso como el resultado.
Hace años tuve un jugador en Argentina que siempre me decía: "A mí, Ángel, sólo me vale ganar. Ganar es lo único que me importa". Hasta que un día le contesté: "Entonces, si viene ahora el presidente de la AFA y nos da la medalla de campeones y el dinero que nos corresponde, con la condición de que no participemos en el campeonato, ¿usted qué hace? ¿Se va a su casa tranquilo?". "No", me contestó, y se quedó mirándome. "Porque si es así, si no le importa jugar, usted se equivocó de oficio. A usted no le gusta el fútbol", añadí.
Y nunca más me volvió a decir aquello. El verdadero jugador, de póker, de fútbol, de básquetbol, de lo que fuere, juega porque le gusta, siente placer en hacer lo que hace. Y muchos jugarían gratis y hasta pagarían por hacerlo. Por supuesto que al jugador de póker no le gusta perder dinero, pero si se lo dan por no jugar, no lo recibirá, salvo que lo utilice para jugar en otro sitio.
Ahora bien, ¿cuántas veces escuchamos a periodistas, dirigentes, entrenadores y hasta a jugadores de fútbol decir que lo único que importa es ganar?
No discuto que ganar sea lo más importante, el objetivo que buscamos; pero no me negarán que jugar tiene también suma importancia. Su significado es mucho más profundo que el resultado, tiene que ver con nuestra identidad.
Lo cierto es que la sociedad de mercado en que vivimos convierte todo en mercancía y entiende los sentimientos como debilidades del romanticismo (por eso el escritor Mario Benedetti dijo que los sentimientos pasaron a la clandestinidad) y solo encuentra placer en el beneficio económico.
Confundimos ser con tener y terminamos sin saber qué pasa. Hay que ganar. Claro que hay que ganar, pero no permitamos que nos quiten por eso el placer de jugar.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 30 de julio de 2007
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