Desde que el negocio le quitó espacios al fútbol se invirtieron las prioridades y todo anda patas arriba. Al menos eso ocurre en España, una de las potencias futbolísticas. Antes, las pretemporadas eran programadas por los entrenadores para armar el equipo y ponerlo a punto. Los dirigentes de los grandes equipos empezaron a ver en los partidos que se organizaban con aquel fin, una ocasión de hacer dinero. Hasta aquí es normal el propósito de arrimar dinero aprovechando la preparación del equipo para la campaña venidera.
Pero sucedió que el dinero ofrecido por partido creció y resultó demasiado tentador. Entonces se dio vuelta la tortilla. Llegaron ofertas y se cambiaron objetivos. Ahora se usa al equipo para recaudar dinero y de paso, si se puede, aprovechar para ir preparándolo para la temporada. Se aceptan viajes no solo inoportunos desde el punto de vista físico, sino hasta perjudiciales. Viajes que alteran horarios, climas, comidas y que son largos y desgastantes. Todos los argumentos de los entrenadores y su comando no son tomados en cuenta. Solo se atienden los consejos del tesorero. Un millón de euros por partido confunden a cualquier presidente, inclusive los de los grandes y millonarios clubes.
"Los muchachos son jóvenes y aguantan y además cobran mucho como para quejarse", deslizan a sus allegados. Las consecuencias de futuro parecen no importar a nadie. Vaya usted a decirle a una gran empresa contaminante, que de ese modo está hipotecando el futuro de las nuevas generaciones. Lo mirarán como a un bicho raro que no entiende lo que se gana, el único valor que respetan. Más o menos pasa lo mismo en el fútbol. Pero tanto el planeta como el futbolista tienen un límite y ya empiezan a dar muestras de las agresiones sufridas. Eto'o, por ejemplo, acaba de romperse. Una lesión muscular lo tendrá parado dos meses. ¿Usted piensa que aprenderán? Yo no soy tan optimista.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 3 de septiembre de 2007
Pero sucedió que el dinero ofrecido por partido creció y resultó demasiado tentador. Entonces se dio vuelta la tortilla. Llegaron ofertas y se cambiaron objetivos. Ahora se usa al equipo para recaudar dinero y de paso, si se puede, aprovechar para ir preparándolo para la temporada. Se aceptan viajes no solo inoportunos desde el punto de vista físico, sino hasta perjudiciales. Viajes que alteran horarios, climas, comidas y que son largos y desgastantes. Todos los argumentos de los entrenadores y su comando no son tomados en cuenta. Solo se atienden los consejos del tesorero. Un millón de euros por partido confunden a cualquier presidente, inclusive los de los grandes y millonarios clubes.
"Los muchachos son jóvenes y aguantan y además cobran mucho como para quejarse", deslizan a sus allegados. Las consecuencias de futuro parecen no importar a nadie. Vaya usted a decirle a una gran empresa contaminante, que de ese modo está hipotecando el futuro de las nuevas generaciones. Lo mirarán como a un bicho raro que no entiende lo que se gana, el único valor que respetan. Más o menos pasa lo mismo en el fútbol. Pero tanto el planeta como el futbolista tienen un límite y ya empiezan a dar muestras de las agresiones sufridas. Eto'o, por ejemplo, acaba de romperse. Una lesión muscular lo tendrá parado dos meses. ¿Usted piensa que aprenderán? Yo no soy tan optimista.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 3 de septiembre de 2007
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