Thursday, September 3, 2009

Milagro en Parque Patricios

Cuando la nueva temporada acecha con su promesa inagotable de espectáculo y negocio, la experiencia de Ángel Cappa en el club argentino Huracán demuestra que existen otras formas de encarar el fútbol, de devolverle pausa, calidad y sentido colectivo.

Dice Eduardo Galeano que el entrenador murió cuando el juego dejó de ser juego y el balompié profesional se vio necesitado de una tecnocracia del orden. Entonces nació el director técnico, obseso de la disciplina y el cálculo. En estos días, cuando todos los ojos son convocados a mirar los multimillonarios fichajes que baten récords en Madrid o Barcelona, escenificando el definitivo giro de tuerca mercantilista del fútbol, los que lo vivimos por abajo miramos para otro lado y reposamos la esperanza en el porteño barrio de Parque Patricios. A años luz del cálculo y la chequera se ha obrado el milagro: allí ha renacido el entrenador. Ángel Cappa y un colectivo llamado Huracán no sólo disputaron hasta la última jornada el pasado campeonato de apertura argentino, también desempolvaron las paradojas y le ganaron al negocio pintando las canchas otra vez de fútbol. Hay quien ha hablado de otro fútbol posible, pero no es cierto. Los otros son lo otro. Cappa es simplemente el fútbol.


En los últimos veinte años el balompié se ha convertido definitivamente en un espejo: la sociedad se mira cada vez más en el fútbol. Como si fuera un enorme condensador de los dispositivos económicos y sociales que ha activado el neoliberalismo en las últimas décadas, el fútbol expresa y estira la racionalidad general que ha desembocado en la crisis estructural por la que transitamos. Como ocurre con el agua y el aire, antes el fútbol era de todos. Hoy es un bien común que ha sido privatizado: “el fútbol es nuestro”, dice abiertamente el spot publicitario de la cadena privada de televisión que posee los derechos de emisión del campeonato nacional en España.

En medio de un cuadro económico general de colapso del crédito y de la liquidez, los grandes clubes del fútbol europeo manejan sin embargo cantidades estratosféricas de dinero. Según la OCDE, la financiarización de la economía ha encontrado en los clubes de fútbol el perfecto desagüe para la especulación y el lavado de dinero. “El criminal compra un boleto para entrar en la alta sociedad. Los ricos invierten en un fútbol repleto de magnates de dudosa reputación que lo usan para ganar aceptación social”, apunta en un informe publicado hace unos días.

El fútbol argentino es uno de los epicentros del desagüe futbolístico generalizado. Vivero interminable de jugadores, desde hace décadas ha operado como exportador de fuerza de trabajo balompédica a los campeonatos de medio mundo. Millones de euros y de dólares han aterrizado de manera continuada en las arcas de un fútbol que no obstante está atravesado por una estratosférica crisis económica y una falta de liquidez galopante: los clubes adeudan a los jugadores 30 millones de pesos en sueldos. Misterio, o no tanto: de la FIFA a la UEFA, pasando por todas y cada una de las federaciones nacionales de fútbol, la gestión del negocio no sabe de transparencia. Tanto es así que en Argentina las malas artes especulativas a punto han estado de echar el cierre a su campeonato antes incluso de que empezara. Si el matrimonio Kirchner no atraca a mano armada el erario público y le inyecta 600 millones de pesos al fútbol patrio, la pelota no habría rodado este año. Dan igual los agujeros negros, las cuentas oscuras y los magnates de dudosa reputación, en La Bombonera como en Wall Street el Estado acude al rescate del negocio privado sin auditorías ni cambios de rumbo. En eso, como en tantas otras cosas, da igual que la internada sea por la banda izquierda o por la derecha.

Tampoco importa la coordenada geográfica: en España la federación lleva en manos de un ladrón más de 20 años y el Real Madrid de Florentino ha fichado a un dirigente de Comisiones Obreras para que le gestione el palco y la taquilla de su estadio. Lo cierto es que, convertido en una inmensa industria global, los efectos de la privatización y la financiarización del fútbol están afectando dramáticamente a su propia naturaleza de juego: los jugadores se convierten en máquinas y marcas, la imaginación es sepultada por el cálculo, lo único que importa es el resultado. Antes éramos usuarios de una emoción común, hoy somos consumidores de un hiperespectáculo que ya no regala historias ni deja residuo en la memoria. Cada vez nos aburrimos más en los estadios. El negocio no es más que eso, negación del ocio. Y el fútbol no es hoy más que su representación, no en vano su control lo tienen las televisiones.

Por eso Ángel Cappa es un maravilloso milagro. Como los indios que protegen la Amazonía o los maestros que se levantan para defender una escuela comunitaria, Cappa pone la vida en pelear lo común. Más cerca de Paulo Freire que de los robocops de vestuario que se pliegan al negocio y cambian el juego por trabajo, es un entrenador que escucha y desaprende. Sus saberes son los de todos: que la velocidad está en la pausa, que la cualidad puede a la cantidad, que los medios justifican los fines, que el juego es una sinergia colectiva y el que corre es siempre el que no tiene la pelota. Su Huracán no salió campeón el pasado campeonato por un pelo y un mal árbitro, pero nos volvió a recordar que en la cancha no gana el que vence, sino el que convence. Ni más ni menos. Cappa es hoy la dignidad del fútbol.


Fuente: Periódico Diagonal - www.diagonalperiodico.net

2 comments:

Mariano Galé said...

hay una entrevista a Cappa en la revista Debate. Les paso el link: http://www.revistadebate.com.ar/2009/08/28/2232.php

julio said...

La verdad,la gloria es la gloria pero quien va a acordarse de ese campeonato ganado por velez si se acuerda como jugo huracan y como perdio en el partido final. Creo que todos lo reconocimos y si preguntas dicen que el verdadero campéon fue Huracan