Monday, April 30, 2007

El individualista encantado

Cristiano Ronaldo tiene muchas virtudes, pero no entiende cómo se juega el fútbol.

A Cristiano Ronaldo la naturaleza le dio todas las condiciones que hacen falta para ser uno de los mejores futbolistas del mundo. Es rapidísimo conduciendo la pelota, tiene los dos perfiles, un montón de piruetas que inventa a la carrera para gambetear a todos los rivales que se le ponen por delante, le pega fuerte y bien con las dos piernas y cabecea muy bien. Además es fuerte físicamente para aguantar las embestidas de sus airados marcadores. Y, me olvidaba, también tira las faltas con exquisita precisión. Lo único que no pudo darle la naturaleza es lo que aún le falta: entender el juego.

Para empezar tendría que saber que este es un juego colectivo y que él es una pieza más --posiblemente la más brillante, pero una más-- de un conjunto. Después tendría que darse cuenta de que en muchos momentos pierde sorpresa por repetirse en la acción que más lo destaca: la carrera directa hacia el arco contrario sorteando a todos los que encuentra en el camino. En demasiadas ocasiones, uno o dos compañeros suyos quedan absolutamente solos, esperando el pase que no llega.


Digamos que Cristiano Ronaldo juega al revés: primero intenta la jugada individual y después, si no puede, quizás busque un socio. No estoy diciendo que es un mal jugador o que no me guste. Solo que es excesivamente individualista y que por esa causa arruina situaciones propicias para su equipo.

Es cierto que, dadas sus excepcionales condiciones, no son menos las veces que resuelve por su cuenta y hace ganar partidos imposibles. A mí también me deslumbra su increíble habilidad a semejante velocidad, pero asimismo lamento el derroche de sus facultades cuando complica lo fácil. Todos los cracks del mundo hacen lo contrario: resuelven con sencillez lo aparentemente complicado. Y saben participar en el juego colectivo. Aun así es, indudablemente, uno de los mejores jugadores del mundo. Tenerlo en el equipo significa un dolor de cabeza permanente para los adversarios. Y también reconozco que en ocasiones es capaz de juntar a tres o cuatro contrarios y despejar el camino a sus compañeros.

Pero pregunto, con todo el respeto que merece su calidad, ¿no sería mejor si entendiera cómo se juega este deporte?

Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 30 de abril de 2007

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