Monday, February 25, 2008

Román y el medio ambiente

El regreso de Riquelme al fútbol argentino manifiesta de alguna manera la incomprensión por parte del posmodernismo de la esencia de un estilo en extinción. Riquelme es la pausa en medio de un vértigo irracional y arrogante que atropella el sentido común y no muestra ni un rasgo de elegancia y conocimiento. Desde la profunda ignorancia lo confunden con la lentitud y lo acusan de ser poco flexible para adaptarse a las tácticas actuales. No saben que para ser rápido hay que saber frenar y que precisamente Riquelme es el freno pensante que necesita todo equipo. Y tampoco saben --en realidad no saben casi nada-- que no hay mejor táctica que los buenos jugadores.



Riquelme tiene una visión estratégica que le permite intuir la jugada antes que los demás, por eso es mucho más rápido que casi todos. Normalmente elige bien y tiene un toque preciso que utiliza para ir buscando el espacio y el momento de atacar. Y basta que una camiseta amiga se le mueva delante para que ponga uno de esos pases de gol que justifican el precio de la entrada. Posiblemente jugar sea su mayor pecado para un fútbol que cada día nos arrebata un poco más el placer del juego y nos obliga a aceptar como natural el criterio comercial que impone el negocio con esa frase tan repetida como absurda: hay que ganar como sea. Nadie --que yo sepa-- ha explicado qué significa semejante cosa.

Riquelme pertenece a una especie que hay que proteger, como al medio ambiente, porque en nombre del beneficio rápido lo quieren destruir. Y digámoslo también sin ocultar el orgullo: es un exponente del fútbol que tanto amamos. Suerte que volviste, Román.

Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 25 de febrero de 2008

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