Huracán, a costa del maltrecho Racing, se topó de una vez con la síntesis perfecta del mensaje que el DT Angel Cappa les inculca casi a repetición a los jugadores, ese que para muchos quedó en desuso: juego audaz, toques, circulación, algunos lujos y goles... muchos goles. El Globo se recuperó de la desventaja y, en apenas 17 minutos, demolió a un rival de mandíbula débil, que se fue directo a la lona. Qué decir de la Academia y sus penurias, que, con llamativa puntualidad, parecen renovarse torneo tras torneo.
A Racing no le sirven los amuletos ni los rezos. Ni siquiera se mueve convencido durante los momentos favorables. Otra vez hizo el primer gol, como la semana pasada, ante Lanús. Y otra vez malgastó esa pequeña fortuna con el descalabro que exhibió en la defensa, de profundas grietas y miradas desconsoladas. Así, efímera fue la alegría por el esquinado cabezazo de Martínez. La mayoría ni siquiera se dio cuenta de ella...
Huracán arreció y le dio un topetazo a la Academia, que ya no se reincorporó. Ese impacto fue el empate de De Federico, que recibió la pelota, se filtró entre tres defensores y definió por encima de la salida de Campagnuolo. El Globo ofreció frescura a partir de entonces, con los movimientos ágiles y pulidos de sus jóvenes valores. Dio, sin miedo a las exageraciones, una exhibición.
Racing rodó por una alarmante pendiente anímica. Quedó tendido, sin reacción. Y así se sucedieron las conquistas que dejaron en estado de shock a media Avellaneda: Nieto anotó de cabeza; De Federico, de la misma forma, con el arco libre, tras un rebote que dio Campagnuolo luego de una escapada de Pastore, y el propio Pastore no falló en un mano por la izquierda, en el que corrió varios metros sin marca. Tanta fue la desesperación que los locales quedaron desprotegidos y Campagnuolo salvó con lo justo en un violento tiro de Toranzo y en otro intento de Pastore.
Falló la defensa, pero también el medio campo. Con tres volantes sin vocación defensiva, Castromán, Falcón y Lucero, Yacob se vio desbordado y casi nunca acertó con los quites. Los atacantes, Lugüercio y Ramírez, quedaron aislados, empantanados en medio del colapso general.
La intensidad del pulido juego del vencedor se redujo con el transcurso de los minutos. No le hizo falta esforzarse demasiado: reguló el ritmo y se entregó a los contraataques. Toranzo se aproximó con un tiro fuerte y Bolatti estrelló un remate en el travesaño, luego de una buena combinación colectiva.
Apremiado, confundido, Racing hizo lo que pudo. Los cambios no le aclararon el ennegrecido horizonte. Aunque mejoró el nivel de Yacob, la Academia nunca encontró una paso confiable. Lugüercio redobló el esfuerzo, pero tampoco alcanzó. Huracán, tranquilo y relajado con un dominio sin comparaciones, disfrutó como nunca. Ya había recogido los frutos más dulces y maduros.
Fuente: Diario La Nación - sábado 14 de febrero de 2009
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