Racing 1 - Huracán 4. Una gran actuación y un concepto claro del juego lo dejaron como líder del Torneo Apertura. De la mano de Cappa, encontró un libreto y futbolistas que quieren ser buenos intérpretes.
No hay exageración: la de ayer, en Avellaneda, fue una de las dos mejores actuaciones de Huracán en las últimas dos décadas. Lo dicen, convencidos, los que estuvieron en casi cada partido en estos tiempos con más golpes que abrazos felices. Sólo aquel 4-0 frente a Independiente, en 2002, aparece en el retrovisor como un episodio comparable. De repente, un equipo que transitó entre incomodidades por el Apertura, construye un viernes para recordar y para guardar en algún resquicio de la historia. No es para menos: Huracán obtuvo ayer su máximo éxito frente a Racing como visitante, desde la primera vez que se enfrentaron en 1914. Más: fue la primera victoria quemera en el Cilindro en 17 años (la anterior, 1-0 en 1992, con gol de Jorge Cruz).
No fue casual que todo eso sucediera. Desde su llegada a Parque de los Patricios, Angel Cappa pidió tiempo. Quería sembrar un concepto básico de su manual: al fútbol se juega tocando. Lo que hizo en su primera práctica, recién llegado a La Quemita para hacerse cargo de un equipo despojado de identidad, fue lo que haría cada uno de los días siguientes: incorporar la pelota como elemento fundamental de cada entrenamiento. Y, de a poco, empezó a cosechar: en la última fecha del Apertura, le ganó tocando a Vélez, en el regreso al Ducó. Ayer, sumó su tercera victoria seguida con un libreto calcado.
El caso de Carlos Araujo es, quizá, el más emblemático de este nuevo Huracán: en el Apertura, cada vez que tocaba la pelota se producían murmullos que presagiaban un pelotazo para nadie; ahora toca con la precisión de un lateral brasileño. Y escucha aplausos. Entiende Cappa que el fútbol es contagio. Por eso, la llegada de Mario Bolatti resultó decisiva: el cordobés es el típico cinco elegante que recupera, pero que sobre todo juega. En los 180 minutos que lleva disputados desde su regreso al fútbol argentino, no se le registran pases mal dados. Tendrá que agradecerle Cappa a Lucho González, quien impulsó a su ex compañero del Porto para que se animara a la aventura de venir a Huracán.
La idea de jugar a tener la pelota, entonces, se encuentra ahora con intérpretes que comienzan a confiar más en sí mismos y en el compañero de al lado. Y se la pasan unos con otros, sin inhibiciones. Diez, veinte, treinta veces. Con paciencia, sin falsos lujos, sencillo.
Es cierto, se trata de una promesa de un partido, o dos, o tres. Tal vez sea apenas eso. O no. Quizá sea un principio. Y si es un principio, puede ser también una licencia para soñar. Nada menos que esa inmensa posibilidad...
Fuente: Diario Clarín - sábado 14 de febrero de 2009
No hay exageración: la de ayer, en Avellaneda, fue una de las dos mejores actuaciones de Huracán en las últimas dos décadas. Lo dicen, convencidos, los que estuvieron en casi cada partido en estos tiempos con más golpes que abrazos felices. Sólo aquel 4-0 frente a Independiente, en 2002, aparece en el retrovisor como un episodio comparable. De repente, un equipo que transitó entre incomodidades por el Apertura, construye un viernes para recordar y para guardar en algún resquicio de la historia. No es para menos: Huracán obtuvo ayer su máximo éxito frente a Racing como visitante, desde la primera vez que se enfrentaron en 1914. Más: fue la primera victoria quemera en el Cilindro en 17 años (la anterior, 1-0 en 1992, con gol de Jorge Cruz).
No fue casual que todo eso sucediera. Desde su llegada a Parque de los Patricios, Angel Cappa pidió tiempo. Quería sembrar un concepto básico de su manual: al fútbol se juega tocando. Lo que hizo en su primera práctica, recién llegado a La Quemita para hacerse cargo de un equipo despojado de identidad, fue lo que haría cada uno de los días siguientes: incorporar la pelota como elemento fundamental de cada entrenamiento. Y, de a poco, empezó a cosechar: en la última fecha del Apertura, le ganó tocando a Vélez, en el regreso al Ducó. Ayer, sumó su tercera victoria seguida con un libreto calcado.
El caso de Carlos Araujo es, quizá, el más emblemático de este nuevo Huracán: en el Apertura, cada vez que tocaba la pelota se producían murmullos que presagiaban un pelotazo para nadie; ahora toca con la precisión de un lateral brasileño. Y escucha aplausos. Entiende Cappa que el fútbol es contagio. Por eso, la llegada de Mario Bolatti resultó decisiva: el cordobés es el típico cinco elegante que recupera, pero que sobre todo juega. En los 180 minutos que lleva disputados desde su regreso al fútbol argentino, no se le registran pases mal dados. Tendrá que agradecerle Cappa a Lucho González, quien impulsó a su ex compañero del Porto para que se animara a la aventura de venir a Huracán.
La idea de jugar a tener la pelota, entonces, se encuentra ahora con intérpretes que comienzan a confiar más en sí mismos y en el compañero de al lado. Y se la pasan unos con otros, sin inhibiciones. Diez, veinte, treinta veces. Con paciencia, sin falsos lujos, sencillo.
Es cierto, se trata de una promesa de un partido, o dos, o tres. Tal vez sea apenas eso. O no. Quizá sea un principio. Y si es un principio, puede ser también una licencia para soñar. Nada menos que esa inmensa posibilidad...
Fuente: Diario Clarín - sábado 14 de febrero de 2009
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