Huracán jugó 20 minutos excepcionales y redondeó un partido para la historia, en el que pulverizó a un Racing que otra vez arrancó ganando y terminó goleado.
Concepto. Una palabra, una definición, un -valga la redundancia- concepto. Ahí radicó la diferencia fundamental entre este Huracán lujoso y este Racing penoso. Un Huracán de sangre caliente para recuperar la pelota achicándole los espacios al rival y mucha cabeza fría para no torcer el rumbo prefijado ni aun sorprendido a los diez minutos del encuentro con el 0-1; un Racing tibio de cuerpo y mente, incapaz de todo salvo de mandarse macanas tras macanas y ver cómo se le escurrió de las manos (bah, en realidad fue un torrente que le venció los dedos) un partido que inesperadamente empezó ganando.
"Seguí bailando, Racing seguí bailando, seguí bailando que te vas a enloquecer...", cantaban los del Globo, agrandados como desde hacía rato no se los veía, codeándose con quien tenían al lado para recordar cuándo fue la última vez que habían podido entonar de buena gana ese cantito. Desde ayer, tiene fecha: 13 de febrero del 2009, día en que Huracán ganó, gustó y goleó, reencontrándose con su mejor historia y sus mejores sueños.
Pero de concepto se trataba esto y el equipo de Cappa supo siempre a qué quería jugar. Y se encargó de refrendarlo en cada acción, incluso desde el error y la imprecisión, que abundó en los primeros minutos. Araujo, Leandro Díaz y Toranzo no sacaban la pelota con prolijidad, Bolatti quedaba muy solo en la defensa del ancho del mediocampo y Pastore todavía estaba moviendo el dial buscando una sintonía sin interferencias. Pero todos, al menos, lo intentaban: no revoleaban la pelota, trataban de darle un destino causal y no casual, entendían que en el "ancho para ser profundo", por citar una máxima del menottismo ilustrado que Cappa promueve, podía estar el secreto del éxito. En esa exigente idea Huracán se paró y no se movió ni un milímetro, por eso mereció su recompensa que llegó mucho más rápido que lo esperado, porque al cuarto de hora del partido había empatado con un golazo de Matías De Federico, tras una jugada exquisita con varios toques y "oles". Y en los 20 minutos siguientes llenó su cofre de oro, porque el equipo fue una verdadera máquina de fútbol de altísimo vuelo y contundencia que atomizó a Racing hasta reducirlo a la mínima expresión, por exagerar un poco.
¡Qué será de ti, Academia! Con esta realidad cuesta hasta la esperanza, aunque sea lo último que se pierde. Por lo pronto, por ahora Racing pierde partidos, los dos de este Clausura y ya tiene archivados siete goles en su arco. Pero lo que es peor: no hay un atisbo de reacción. ¿Por qué? Pueden ponerse en la coctelera montones de cuestiones, como el pésimo rendimiento individual, pero la falta de concepto asoma a la cabeza. Y la sensación de que Racing no juega a nada contrasta violentamente con Lanús hace una semana y ahora con Huracán. Y seguirá contrastando en la medida que el equipo sostenga esta hibridez sustentada en escasas ideas para jugar; en una alarmante pobreza anímica y en la ausencia de audacia desde el banco. Y si encima tiene enfrente a un Huracán de fútbol, es difícil no quedar despeinado y en ridículo.
Fuente: Diario Olé - sábado 14 de febrero de 2009
Concepto. Una palabra, una definición, un -valga la redundancia- concepto. Ahí radicó la diferencia fundamental entre este Huracán lujoso y este Racing penoso. Un Huracán de sangre caliente para recuperar la pelota achicándole los espacios al rival y mucha cabeza fría para no torcer el rumbo prefijado ni aun sorprendido a los diez minutos del encuentro con el 0-1; un Racing tibio de cuerpo y mente, incapaz de todo salvo de mandarse macanas tras macanas y ver cómo se le escurrió de las manos (bah, en realidad fue un torrente que le venció los dedos) un partido que inesperadamente empezó ganando.
"Seguí bailando, Racing seguí bailando, seguí bailando que te vas a enloquecer...", cantaban los del Globo, agrandados como desde hacía rato no se los veía, codeándose con quien tenían al lado para recordar cuándo fue la última vez que habían podido entonar de buena gana ese cantito. Desde ayer, tiene fecha: 13 de febrero del 2009, día en que Huracán ganó, gustó y goleó, reencontrándose con su mejor historia y sus mejores sueños.
Pero de concepto se trataba esto y el equipo de Cappa supo siempre a qué quería jugar. Y se encargó de refrendarlo en cada acción, incluso desde el error y la imprecisión, que abundó en los primeros minutos. Araujo, Leandro Díaz y Toranzo no sacaban la pelota con prolijidad, Bolatti quedaba muy solo en la defensa del ancho del mediocampo y Pastore todavía estaba moviendo el dial buscando una sintonía sin interferencias. Pero todos, al menos, lo intentaban: no revoleaban la pelota, trataban de darle un destino causal y no casual, entendían que en el "ancho para ser profundo", por citar una máxima del menottismo ilustrado que Cappa promueve, podía estar el secreto del éxito. En esa exigente idea Huracán se paró y no se movió ni un milímetro, por eso mereció su recompensa que llegó mucho más rápido que lo esperado, porque al cuarto de hora del partido había empatado con un golazo de Matías De Federico, tras una jugada exquisita con varios toques y "oles". Y en los 20 minutos siguientes llenó su cofre de oro, porque el equipo fue una verdadera máquina de fútbol de altísimo vuelo y contundencia que atomizó a Racing hasta reducirlo a la mínima expresión, por exagerar un poco.
¡Qué será de ti, Academia! Con esta realidad cuesta hasta la esperanza, aunque sea lo último que se pierde. Por lo pronto, por ahora Racing pierde partidos, los dos de este Clausura y ya tiene archivados siete goles en su arco. Pero lo que es peor: no hay un atisbo de reacción. ¿Por qué? Pueden ponerse en la coctelera montones de cuestiones, como el pésimo rendimiento individual, pero la falta de concepto asoma a la cabeza. Y la sensación de que Racing no juega a nada contrasta violentamente con Lanús hace una semana y ahora con Huracán. Y seguirá contrastando en la medida que el equipo sostenga esta hibridez sustentada en escasas ideas para jugar; en una alarmante pobreza anímica y en la ausencia de audacia desde el banco. Y si encima tiene enfrente a un Huracán de fútbol, es difícil no quedar despeinado y en ridículo.
Fuente: Diario Olé - sábado 14 de febrero de 2009
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