Es curioso cómo en el fútbol todo lo que tenga aroma de laboratorio y de trabajo seduce mucho más que aquello que sugiere talento e imaginación. Por supuesto el fútbol es una mezcla armoniosa de arte y ciencia, razón y pasión, talento y esfuerzo, pero vaya uno a saber por qué motivo recóndito y misterioso el talento alarma, mientras que el esfuerzo es reconocido siempre, aun en el error.
Correr llena más que pensar, y eso que correr siempre es tan pernicioso como no hacerlo nunca, y en cambio pensar siempre es saludable en todo momento. Bien, digo todo esto porque una y otra vez, año tras año, se repiten tópicos que tienen que ver con el sudor y el trabajo, y peor aun, con la cantidad más que con la calidad.
Las jugadas a balón parado, para ir a lo concreto, tienen la virtud de remitir a una tarea constante de repetición. Se suponen muchas horas de insistencia para lograr el objetivo, y eso, también vaya uno a saber por qué, reconforta mucho más que si el gol de falta resulta de una ocurrencia del momento.
Víctor y Llorente, jugadores del Valladolid, de España, hicieron un gol de saque del medio, al inicio del partido. Muchos periodistas se apresuraron a otorgárselo a los "entrenadores modernos, que trabajan ese tipo de jugadas". Y sufrieron una cruel decepción, cuando ambos jugadores confesaron que se les había ocurrido en ese momento.
Y más todavía cuando el entrenador, mi amigo Mendilibar, declaró que nunca hubiera perdido un minuto de entrenamiento para ensayar esa jugada que sale una vez en un millón de veces. No digo que no haya que trabajar esas jugadas. Digo simplemente que no tienen la dimensión que quieren darle.
Al término de la primera rueda en la Liga Española, los goles a balón parado fueron algo menos del 15% de todos los goles. Entonces, ¿no es mejor ocupar el tiempo en preparar al equipo para que juegue mejor, en vez de estar horas lanzando tiros libres y córneres? Ese porcentaje, por otra parte, es el mismo de siempre. Tiene más o menos la misma antigüedad que el fútbol, por más que todos los años, sin excepción, digan que es fruto del fútbol moderno.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 28 de enero de 2008
Correr llena más que pensar, y eso que correr siempre es tan pernicioso como no hacerlo nunca, y en cambio pensar siempre es saludable en todo momento. Bien, digo todo esto porque una y otra vez, año tras año, se repiten tópicos que tienen que ver con el sudor y el trabajo, y peor aun, con la cantidad más que con la calidad.
Las jugadas a balón parado, para ir a lo concreto, tienen la virtud de remitir a una tarea constante de repetición. Se suponen muchas horas de insistencia para lograr el objetivo, y eso, también vaya uno a saber por qué, reconforta mucho más que si el gol de falta resulta de una ocurrencia del momento.
Víctor y Llorente, jugadores del Valladolid, de España, hicieron un gol de saque del medio, al inicio del partido. Muchos periodistas se apresuraron a otorgárselo a los "entrenadores modernos, que trabajan ese tipo de jugadas". Y sufrieron una cruel decepción, cuando ambos jugadores confesaron que se les había ocurrido en ese momento.
Y más todavía cuando el entrenador, mi amigo Mendilibar, declaró que nunca hubiera perdido un minuto de entrenamiento para ensayar esa jugada que sale una vez en un millón de veces. No digo que no haya que trabajar esas jugadas. Digo simplemente que no tienen la dimensión que quieren darle.
Al término de la primera rueda en la Liga Española, los goles a balón parado fueron algo menos del 15% de todos los goles. Entonces, ¿no es mejor ocupar el tiempo en preparar al equipo para que juegue mejor, en vez de estar horas lanzando tiros libres y córneres? Ese porcentaje, por otra parte, es el mismo de siempre. Tiene más o menos la misma antigüedad que el fútbol, por más que todos los años, sin excepción, digan que es fruto del fútbol moderno.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 28 de enero de 2008
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