En Bahía Blanca, Argentina, donde pasé las fiestas de fin de año, un lustrabotas hincha de Boca se quejaba con resignación y tristeza del vaciamiento permanente que sufre el fútbol argentino.
--Se fue Banega --me decía-- y ahora solo lo podremos ver por televisión.
Es ese el papel que juegan nuestros países, desde hace mucho tiempo: proveedores de talentos para los centros de poder mundial. No solo se van futbolistas, por cierto, sino también todos aquellos que no encuentran en su tierra un camino adecuado a sus sueños o necesidades.
Pero si hablamos de futbolistas, digamos que son aproximadamente 500 los que están fuera de Argentina (800 de Brasil), según los datos con que cuento. Y ocurre desde hace 30 años por lo menos. De modo que este éxodo incesante ha terminado por destruir prácticamente al fútbol argentino, con el agravante incomprensible de que, a pesar de las ventas multimillonarias, los clubes están casi todos en la ruina económica. No sé cómo funciona este despojo inconcebible, pero sí entiendo que se trata de un hecho que necesita una urgente aclaración y reparación.
Banega, el penúltimo en irse, tiene solo 19 años y apenas jugó un año en el primer equipo de Boca. Aterrizó en Valencia, un club que vive la que, posiblemente, sea su peor crisis en los últimos 20 años. Y como pagaron mucho por él le exigirán como si fuera un jugador consagrado, sin respetarle el proceso de aprendizaje que necesariamente tendrá que pasar. Una forma de hacerlo caminar por la cornisa, de donde se cayeron varias promesas de crack, como D'Alessandro, Aimar o Saviola, por ejemplo, quienes nunca volvieron a ser lo que fueron en Argentina. Vivieron circunstancias totalmente adversas para sus condiciones y quisieron adaptarse a una forma de jugar que no sentían. Casualmente o no, Argentina vive en la actualidad las consecuencias de otros saqueos producto del abuso de algunas multinacionales y la corrupción de gobiernos anteriores que vendieron el país. Se están terminando las reservas de gas y petróleo y no hay energía eléctrica para todos, además de soportar serios problemas con el agua.
--Se llevan todo --me decía el lustrabotas-- y ni el fútbol nos dejan disfrutar.
No supe qué decirle.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 14 de enero de 2008
--Se fue Banega --me decía-- y ahora solo lo podremos ver por televisión.
Es ese el papel que juegan nuestros países, desde hace mucho tiempo: proveedores de talentos para los centros de poder mundial. No solo se van futbolistas, por cierto, sino también todos aquellos que no encuentran en su tierra un camino adecuado a sus sueños o necesidades.
Pero si hablamos de futbolistas, digamos que son aproximadamente 500 los que están fuera de Argentina (800 de Brasil), según los datos con que cuento. Y ocurre desde hace 30 años por lo menos. De modo que este éxodo incesante ha terminado por destruir prácticamente al fútbol argentino, con el agravante incomprensible de que, a pesar de las ventas multimillonarias, los clubes están casi todos en la ruina económica. No sé cómo funciona este despojo inconcebible, pero sí entiendo que se trata de un hecho que necesita una urgente aclaración y reparación.
Banega, el penúltimo en irse, tiene solo 19 años y apenas jugó un año en el primer equipo de Boca. Aterrizó en Valencia, un club que vive la que, posiblemente, sea su peor crisis en los últimos 20 años. Y como pagaron mucho por él le exigirán como si fuera un jugador consagrado, sin respetarle el proceso de aprendizaje que necesariamente tendrá que pasar. Una forma de hacerlo caminar por la cornisa, de donde se cayeron varias promesas de crack, como D'Alessandro, Aimar o Saviola, por ejemplo, quienes nunca volvieron a ser lo que fueron en Argentina. Vivieron circunstancias totalmente adversas para sus condiciones y quisieron adaptarse a una forma de jugar que no sentían. Casualmente o no, Argentina vive en la actualidad las consecuencias de otros saqueos producto del abuso de algunas multinacionales y la corrupción de gobiernos anteriores que vendieron el país. Se están terminando las reservas de gas y petróleo y no hay energía eléctrica para todos, además de soportar serios problemas con el agua.
--Se llevan todo --me decía el lustrabotas-- y ni el fútbol nos dejan disfrutar.
No supe qué decirle.
Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 14 de enero de 2008
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