Dice mi amigo y maestro Cesar Menotti que jugar bien es quitarle posibilidades a la suerte. Si se enfrentan dos equipos que juegan a que el otro no juegue, que confían en el orden más que en cualquier otra cosa, y por supuesto más que en los jugadores capaces de sorprender, de inventar y de cambiar el rumbo de un partido, la suerte ocupa un lugar preponderante. Porque de ese modo los goles son, generalmente, producto de la casualidad más que del escaso juego.
El Liverpool y el Chelsea son parecidos en la concepción del fútbol y en otros muchos detalles como la entrega, la intensidad de la disputa, el sacrificio táctico y cuestiones por el estilo. Son maneras de interpretar este juego, tan válidas como otras y tan respetables todas. Por eso cuando se enfrentan uno tiene la impresión de ver el mismo partido del derecho y del revés, donde la pelota es un elemento casi secundario que hay que quitarse de encima para cumplir con los deberes y el orden establecido.
La cuestión es qué hacer después de la fricción, porque siempre hay fricción, ya que la pelota está siempre dividida, casi nunca los jugadores de uno y otro equipo reciben libres y con tiempo para resolver. Ambos equipos buscan más los rebotes que la jugada limpia, apuestan más a meter la pelota en el área desde lejos que a llegar tocando. Salen partidos vibrantes y planos en la misma proporción. Quizá algún jugador en algún momento nos deja algo: un buen pase, una gambeta, y tal vez, aunque en este caso muy improbable, un amague. Y eso será todo que para algunos, con todo derecho, es mucho. Empataron en todo, también en el resultado porque son tan parecidos que parecen iguales. Como dijo Rubén Darío de la princesa, la pelota está triste, ¿qué tendrá la pelota?
Por Ángel Cappa para Marca (España) - 24 de abril de 2008
El Liverpool y el Chelsea son parecidos en la concepción del fútbol y en otros muchos detalles como la entrega, la intensidad de la disputa, el sacrificio táctico y cuestiones por el estilo. Son maneras de interpretar este juego, tan válidas como otras y tan respetables todas. Por eso cuando se enfrentan uno tiene la impresión de ver el mismo partido del derecho y del revés, donde la pelota es un elemento casi secundario que hay que quitarse de encima para cumplir con los deberes y el orden establecido.
La cuestión es qué hacer después de la fricción, porque siempre hay fricción, ya que la pelota está siempre dividida, casi nunca los jugadores de uno y otro equipo reciben libres y con tiempo para resolver. Ambos equipos buscan más los rebotes que la jugada limpia, apuestan más a meter la pelota en el área desde lejos que a llegar tocando. Salen partidos vibrantes y planos en la misma proporción. Quizá algún jugador en algún momento nos deja algo: un buen pase, una gambeta, y tal vez, aunque en este caso muy improbable, un amague. Y eso será todo que para algunos, con todo derecho, es mucho. Empataron en todo, también en el resultado porque son tan parecidos que parecen iguales. Como dijo Rubén Darío de la princesa, la pelota está triste, ¿qué tendrá la pelota?
Por Ángel Cappa para Marca (España) - 24 de abril de 2008
No comments:
Post a Comment