Beckham es más que un rostro bonito y vendedor, también es un gran futbolista.
El fútbol de mercado lo convirtió en una megaestrella mundial, en una fábrica imparable de hacer dinero, en una imagen capaz de venderles peines a los calvos. El negocio no respeta emociones ni sensibilidades futboleras y aprovechó su cara de pibe lindo y su pinta de galán adolescente para seducir a medio mundo y contar los millones como si fueran monedas. Pero resulta que detrás de ese escenario virtual y luminoso que le prepararon hay un jugador de fútbol, un tipo de barrio como cualquiera que le pega a la pelota como ninguno.
He visto decenas de jugadores con una pegada fabulosa, pero a nadie con la exquisitez y la precisión de Beckham. Y ese jugador que todavía existe detrás de la imagen vendedora se resistió como pudo a la máquina trituradora que es la fama sin reparos, la fama desbocada que lo persigue implacable para atropellarlo definitivamente. Por eso sigue haciendo con gusto lo que más le gusta: jugar al fútbol.
Ahora, en la madurez, ha crecido y ya no vive solo de la pegada asombrosa, sino que participa en la elaboración, abandona el carril derecho para pisar las zonas más calientes del campo rival. Y a cada rato le brota el barrio, que es con quien mejor se entiende, pone la pierna fuerte y no rehúye las miradas feroces de quienes quieren intimidarlo.
No tuvo una estancia feliz en el Real Madrid. Vivió el desconcierto de un club sin proyecto que solo se preocupó del dinero en un principio, y después no se conectó con un estilo rocoso que prefería a los combatientes sobre los talentosos. Y hasta fue puesta en duda su profesionalidad, cuando anunció que al fin cedió a las tentaciones hollywoodenses, antes de seguir viéndose relegado. Recuperó su lugar en la cancha y de censurado pasó a ser fundamental en un equipo que recuperó la ilusión de ser campeón. Con Cicinho --otro que no entraba en los planes-- formó una sociedad de buen fútbol e inteligencia. Un muy buen jugador, David Beckham, que el márketing estuvo a punto de esconder debajo de su imagen cinematográfica.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 14 de mayo de 2007
El fútbol de mercado lo convirtió en una megaestrella mundial, en una fábrica imparable de hacer dinero, en una imagen capaz de venderles peines a los calvos. El negocio no respeta emociones ni sensibilidades futboleras y aprovechó su cara de pibe lindo y su pinta de galán adolescente para seducir a medio mundo y contar los millones como si fueran monedas. Pero resulta que detrás de ese escenario virtual y luminoso que le prepararon hay un jugador de fútbol, un tipo de barrio como cualquiera que le pega a la pelota como ninguno.
He visto decenas de jugadores con una pegada fabulosa, pero a nadie con la exquisitez y la precisión de Beckham. Y ese jugador que todavía existe detrás de la imagen vendedora se resistió como pudo a la máquina trituradora que es la fama sin reparos, la fama desbocada que lo persigue implacable para atropellarlo definitivamente. Por eso sigue haciendo con gusto lo que más le gusta: jugar al fútbol.
Ahora, en la madurez, ha crecido y ya no vive solo de la pegada asombrosa, sino que participa en la elaboración, abandona el carril derecho para pisar las zonas más calientes del campo rival. Y a cada rato le brota el barrio, que es con quien mejor se entiende, pone la pierna fuerte y no rehúye las miradas feroces de quienes quieren intimidarlo.
No tuvo una estancia feliz en el Real Madrid. Vivió el desconcierto de un club sin proyecto que solo se preocupó del dinero en un principio, y después no se conectó con un estilo rocoso que prefería a los combatientes sobre los talentosos. Y hasta fue puesta en duda su profesionalidad, cuando anunció que al fin cedió a las tentaciones hollywoodenses, antes de seguir viéndose relegado. Recuperó su lugar en la cancha y de censurado pasó a ser fundamental en un equipo que recuperó la ilusión de ser campeón. Con Cicinho --otro que no entraba en los planes-- formó una sociedad de buen fútbol e inteligencia. Un muy buen jugador, David Beckham, que el márketing estuvo a punto de esconder debajo de su imagen cinematográfica.
Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 14 de mayo de 2007
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