Wednesday, March 19, 2008

La liga se estrella

Ahora todo el mundo coincide: si el Real Madrid sale campeón, será porque los demás fueron peores. Es un síntoma. La Liga Española hace rato que está perdiendo una cualidad esencial: el buen juego. No hay un equipo que juegue bien regularmente. Hay partidos más o menos buenos, y cuadros que tienen actuaciones aceptables, pero en general prevalece la ideología de la inmediatez y el resultado sin argumentos.

El vocabulario, que nunca es inocente, tiene frases reveladoras: 'fútbol directo', 'doble pivote', 'ganar como sea', 'hay que sufrir', y otras de la misma índole. Los cracks son cuestionados y aquellos que solían ser complementos útiles ahora ocupan los primeros planos. La temporada pasada, el Madrid ganó la liga con un juego infame y el éxito ocultó la realidad de un equipo sin fútbol. Este año es más o menos lo mismo. El Barza, apremiado por los resultados, abandonó los conceptos que lo hicieron jugar un fútbol brillante y recurrió al idioma de moda: hay que ser prácticos, hay que luchar y sufrir. Sufre, sí, pero gana menos que antes y juega peor.

Si España no modifica el punto de vista, su fútbol se convertirá en una liga estrellada, en vez de la liga de las estrellas que se nos vende actualmente. Y sin querer nos enfrentamos otra vez al negocio. Por eso los medios tienen mucho que ver en esto. A veces la verdad perturba, pero a la larga resulta mucho más beneficiosa.

Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 17 de marzo de 2008

Jugar para ser feliz

Dicen que los equipos italianos son complicados, sólidos, difíciles y prácticos. Dicen que en el fútbol actual no hay espacios. Dicen que el fútbol directo es el camino adecuado para buscar la victoria. Que el toque es ineficaz. Dicen que el sufrimiento reemplazó a la alegría en la filosofía del fútbol moderno. Dicen que hay que luchar porque con el fútbol no se puede jugar; es cosa seria.

Lo mejor de los buenos equipos de fútbol es que destruyen los tópicos más miserables con absoluta naturalidad. El Arsenal --posiblemente el equipo que mejor juega al fútbol en el mundo-- ignora todas las advertencias del miedo, pone la pelota contra el piso, alienta a sus jugadores a jugar, se propone guardar el respeto que merece la historia grande de este juego, y con el manual que escribieron los mejores del mundo, volvió a darle al Milan, en la Copa de Europa, uno de los más grandes bailes que se recuerden.

Para sorpresa de los tacticistas de la mediocridad, aparecieron espacios por todas partes, resucitaron las paredes y las gambetas, y el toque lució sus mejores galas. Los jugadores del Arsenal disfrutaban del privilegio de estar en un equipo que entiende el fútbol desde el placer de jugar. Los del Milan corrían detrás de la pelota y cuando lograban atraparla les duraba tan poco que tenían ganas de llorar o de cambiarse de camiseta.

Parecía que jugaban hombres contra niños. Y era al revés. Los hombres del Milan, tantas veces laureados merecidamente, no podían encontrarle la vuelta a un partido que gobernaban los niños del Arsenal, vestidos para la ocasión con el traje de la alegría, sin prejuicios absurdos, cobijados en los fundamentos que hacen del fútbol uno de los espectáculos más hermosos. Hace dos temporadas el Arsenal también eliminó a la Juventus, otro equipo serio y sólido, por entonces de Capello, que se comió otro paseo similar.

El Arsenal hace más de 10 años que juega con elegancia, buen gusto y eficacia. Con razón Fábregas no quiere irse de este equipo; difícilmente encontrará en cualquier otro las mismas condiciones para ser feliz. Si alguien les pregunta qué es jugar bien, háblenle del Arsenal. Jugando bien se gana, pero además qué cerca nos deja de la felicidad, ¿no?

Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 10 de marzo de 2008

Monday, March 3, 2008

Se rompió la máquina del gol

Con la fuerza de un rinoceronte y la sutileza de una gacela, Ronaldo se cansó de hacer goles para la historia. Hábil, rápido, potente, imprevisible y astuto, atormentó a todos los defensores del mundo y apabulló a los arqueros con el último amague recién inventado.

Tenía la contundencia de Kempes cuando entraba al área con pelota dominada desparramando rivales con la decisión y la seguridad de un matador, y la magia de Romario cuando sacaba palomas de una galera antes de depositar la pelota en la red.

El día en que debutó en el Real Madrid, entró en el segundo tiempo y en menos de 10 minutos ya había hecho dos goles. En parte por sus méritos y también por errores inadmisibles de los defensores que lo marcaban, atemorizados por su presencia.

Intimidaba al más pintado porque no había manera de pararlo si estaba motivado, y como todos los goleadores, el olor de la red lo motivaba siempre. Posiblemente tenía un defecto, si así puede llamarse, no era el cabezazo su fuerte, pero también hay que decir que en todo caso compartía esa debilidad con casi todo los grandes, que solo usan la cabeza para pensar. De todos modos, nadie puede negar haberlo visto también hacer goles de cabeza.



Antes de la primera lesión seria en una de sus rodillas, arrancaba de atrás, y aparecía en la zona de definición como un ciclón talentoso gambeteando adversarios que ni lo veían pasar. Después, ya en el Madrid, estacionaba más cerca del arco y esperaba el momento con la paciencia felina que le dio la experiencia, y en un par de bicicletas mortales descolocaba marcadores y salía gritando los goles con la misma sonrisa de siempre.

Nos dio tantas alegrías que es justo que suframos con él esta nueva lesión importante en la otra rodilla. "Mi corazón me pide volver, pero mi cuerpo está demasiado castigado", dijo después de la intervención, anticipando lo que puede ser su retirada definitiva.

Si es así, permanecerá en el recuerdo colectivo como una máquina del gol y de la alegría, y ahí se quedará para seguir jugando siempre, como todos los que hacen la historia del fútbol mundial. Aunque no estaría mal esperar su retorno, total, hizo tantos milagros con la pelota.

Ángel Cappa para El Comercio (Perú) - 3 de marzo de 2008