Monday, May 28, 2007

¿El que gana es el mejor?

Real Madrid es líder de España, pero por juego el Barcelona se merece más el título.

Al mercado del fútbol no le interesan el juego ni mucho menos el análisis. Como otros mercados permanece indiferente ante cuestiones que no sean el beneficio económico. Por eso en la Liga Española solo se vende la emoción del final apretado y con más razón al estar implicados el Barcelona y especialmente el Madrid, posiblemente el club más vendedor del mundo.

Los mismos diarios deportivos que hace un mes pedían en grandes titulares la dimisión de Capello ahora le buscan méritos donde no los hay y desempolvan el respeto que le habían perdido, porque en la cultura del exitismo la memoria no existe y solo vale el triunfo de hoy. Ahora el Real Madrid es el primero casi con los mismos argumentos que cuando no lo era: un fútbol mediocre que solo se sostiene por el éxito. Quizá tenga más entusiasmo y decisión ante la posibilidad del título, pero le cuesta mucho hacer tres toques seguidos para encontrar claridad en la definición, y defiende tan mal como cuando no ganaba (le hicieron 8 goles en 4 partidos). No obstante, en ese equipo hay jugadores de gran capacidad y experiencia para resolver situaciones que colectivamente resultan imposibles.

El Barcelona, en cambio, alcanza en muchos partidos un nivel de calidad que ninguno de sus adversarios es capaz de igualar. Quizá el Sevilla se aproxime gracias a la precisión en velocidad de sus ataques, particularmente por afuera con Alves y Navas en la derecha y Adriano en la izquierda, y la oportuna definición de Kanouté. El Barcelona es el que mejor juega, inclusive esta temporada que debió soportar lesiones prolongadas en jugadores tan importantes como Eto'o y Messi y quizá la saturación mental de tantos éxitos precedentes.

Cuando su mediocampo entra en la dinámica del toque y la rotación, y los tres de adelante se unen a esa danza casi mágica y le agregan la exquisitez de la inspiración, el fútbol recobra su grandeza y su significado y vuelve a ser la fiesta que los pueblos se dan a sí mismos. No sé quién será el campeón finalmente, pero si no pensamos con la lógica del mercado, habrá que admitir que por juego el Barcelona es el que más se lo merece, ya que cada uno de sus partidos es una promesa de felicidad.

Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 28 de mayo de 2007

Monday, May 21, 2007

¿Cómo que no hay espacios?

No son huecos lo que escasea en fútbol actual, sino creatividad para generarlos.

Una de las formidables excusas utilizadas con mayor frecuencia para justificar el mal juego es que no hay espacios. Dicho sea de paso, también se la menciona como una de las características del fútbol moderno o, mejor dicho, uno de sus progresos.

Sin meternos en honduras filosóficas para tratar de analizar esa idea evolutiva de los grandes espacios antiguos y la estrechez actual, voy a aceptar que, efectivamente, ahora no hay espacios para aprovechar y, por lo tanto, hay menos tiempo para decidir. Pero resulta que este es un juego que consiste precisamente en fabricar espacios y aprovecharlos.

¿Se imaginan a un ajedrecista diciendo que no hay manera de avanzar con sus piezas porque el rival tapa todos los huecos y tiene las suyas muy bien organizadas sobre el tablero? Claro que no hay espacios. ¿Los hay acaso en la NBA, por ejemplo? ¿Por qué creen que mueven el balón esos gigantes habilidosos? Para encontrar los espacios que los rivales les tapan, por supuesto.

¿Qué hace el ajedrecista para descubrir los caminos que llevan al jaque mate? Mueve sus piezas con inteligencia para engañar a su adversario. Ese concepto común a todos los juegos --el engaño-- tenemos que usar para despejar los espacios cerrados en el fútbol. Si tiro pelotazos anunciados desde 30 metros, será muy difícil sorprender a los rivales advertidos. Es mejor usar el toque para distraer. Mover la pelota de un lado al otro, utilizar el ancho del campo hasta encontrar los huecos. Amagar una cosa y hacer la contraria. Para eso se necesita la movilidad y el criterio de quienes no tienen la pelota, para darle opciones al que la lleva. No hay espacios. Admitido. Ahora hay que encontrarlos, descubrirlos. ¿Cómo? Jugando.

Admitamos también que generalmente se hace lo contrario. El fútbol que llaman directo no usa la distracción, no engaña. Y como no hay toque, hay pelotazos o intentos individuales; dos alternativas que llevan al mismo destino: el choque, y a la misma conclusión errónea: no hay espacios. La verdad es que no hay espacios para el que juega mal.

Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 21 de mayo de 2007

Monday, May 14, 2007

El fútbol tras las bambalinas

Beckham es más que un rostro bonito y vendedor, también es un gran futbolista.

El fútbol de mercado lo convirtió en una megaestrella mundial, en una fábrica imparable de hacer dinero, en una imagen capaz de venderles peines a los calvos. El negocio no respeta emociones ni sensibilidades futboleras y aprovechó su cara de pibe lindo y su pinta de galán adolescente para seducir a medio mundo y contar los millones como si fueran monedas. Pero resulta que detrás de ese escenario virtual y luminoso que le prepararon hay un jugador de fútbol, un tipo de barrio como cualquiera que le pega a la pelota como ninguno.

He visto decenas de jugadores con una pegada fabulosa, pero a nadie con la exquisitez y la precisión de Beckham. Y ese jugador que todavía existe detrás de la imagen vendedora se resistió como pudo a la máquina trituradora que es la fama sin reparos, la fama desbocada que lo persigue implacable para atropellarlo definitivamente. Por eso sigue haciendo con gusto lo que más le gusta: jugar al fútbol.

Ahora, en la madurez, ha crecido y ya no vive solo de la pegada asombrosa, sino que participa en la elaboración, abandona el carril derecho para pisar las zonas más calientes del campo rival. Y a cada rato le brota el barrio, que es con quien mejor se entiende, pone la pierna fuerte y no rehúye las miradas feroces de quienes quieren intimidarlo.

No tuvo una estancia feliz en el Real Madrid. Vivió el desconcierto de un club sin proyecto que solo se preocupó del dinero en un principio, y después no se conectó con un estilo rocoso que prefería a los combatientes sobre los talentosos. Y hasta fue puesta en duda su profesionalidad, cuando anunció que al fin cedió a las tentaciones hollywoodenses, antes de seguir viéndose relegado. Recuperó su lugar en la cancha y de censurado pasó a ser fundamental en un equipo que recuperó la ilusión de ser campeón. Con Cicinho --otro que no entraba en los planes-- formó una sociedad de buen fútbol e inteligencia. Un muy buen jugador, David Beckham, que el márketing estuvo a punto de esconder debajo de su imagen cinematográfica.

Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 14 de mayo de 2007

Tuesday, May 8, 2007

Los tiempos que corren

Para jugar bien al fútbol se necesita conocer los conceptos y ser atrevido.

"Hemos jugado así", dijo Luis Fernández entrenador del Betis después de que su equipo empatara con el Atlético de Madrid de visitante, "porque en los tiempos que corren los puntos son muy importantes". El Betis hizo en ese partido un planteamiento táctico exclusivamente defensivo, dejando al azar de algún contragolpe afortunado la posibilidad de llegar al arco contrario.

Soy respetuoso de cualquier planteamiento que presenten los equipos, porque entiendo que cada cual tiene derecho a jugar de la manera que más le plazca o le convenga. No obstante, y como cualquier aficionado, me reservo asimismo el derecho de discrepar y alentar, en la medida de mis posibilidades, otro fútbol que además de defender también se ocupe de atacar. Pero no es este el caso ahora. Sucede que Luis Fernández no hizo otra cosa que apelar a un preconcepto muy generalizado que divide al fútbol en antiguo y moderno y le otorga a la antigüedad el privilegio del juego alegre, porque era la hora del romanticismo. En cambio se admite sin reproches que actualmente las necesidades económicas del negocio montado alrededor del juego prohíbe implícitamente aquellos desvaríos estéticos.

En otras palabras, esta sería la época del realismo resultadista. Todo este argumento justificador del mal juego, se derrumba irremediablemente si sabemos que jamás existió el romanticismo entendido como despreocupación del resultado. Que hasta en el barrio ganar era lo más importante, y lo sigue siendo por supuesto. Que en el fútbol, igual que en el arte, no hay progreso y por eso no se trata de clasificarlo como antiguo o moderno, sino, simplemente, bueno o malo. No por antigua la película "Casablanca" es mala ni por moderna "Rocky V" es buena. Para jugar bien al fútbol se necesita, además de la calidad que cada jugador trae de la cuna, conocimiento del juego y atrevimiento. Un equipo no se prepara para suprimir los riesgos que significa jugar, sino para asumirlos de la mejor manera. Que sigan jugando como quieran, allá cada cual, pero que no traten de hacernos creer lo que no es.

Ángel Cappa en el diario El Comercio (Perú) - 7 de mayo de 2007